Los Mercados Financieros El blog de Ricardo González

Dos apuntes que todo inversor de largo plazo debe tener presentes


Ya sabéis que mi perfil inversor es de medio plazo, no obstante, siempre hay alguien cuyo perfil es más de largo plazo (el clásico comprar y mantener) y en la mañana de hoy, me gustaría aprovechar para comentar un par de asuntos que creo resultarán de interés a este tipo de inversores menos “activos”.

El primer tema que trataremos es la inflación y cómo entenderla aplicada a la bolsa y a nuestras inversiones. Creo que a estas alturas todos sabemos que si tenemos 100000 euros guardados bajo el colchón y la inflación sube un 3% en un año, habremos perdido un 3% de nuestro poder adquisitivo. Con las acciones sucede lo mismo, si tenemos esos 100000 euros en acciones y la inflación sube un 3% habremos perdido ese mismo porcentaje en poder adquisitivo a la hora de vender nuestras acciones, aunque las vendamos al mismo precio que las adquirimos.

Para ver los ejemplos más claros y sus consecuencias sobre las bolsas de valores vamos a ver gráficos del SP500 prestando atención a aquellas épocas más inflacionistas, concretamente a los dos últimos veranos de Kondrátiev. Recordad que este tipo de ciclos se caracterizan por ser una época marcada por la alta inflación, lo que acarrea altos tipos de interés y una alta volatilidad en los mercados.

Fijaos en el siguiente gráfico, prestando especial atención a los rectángulos rojos. Recordad que podéis pinchar sobre la imagen para ver el gráfico a tamaño completo.

El gráfico muestra la evolución del mercado de valores de EEUU desde 1810. Las líneas verdes señalan los ciclos alcistas en las bolsas tomando como ejemplo al S&P 500 y por otro lado las líneas rojas nos muestran que estamos ante un ciclo bajista secular. Los precios en esta serie se encuentran representados en términos absolutos, es decir, sin tener en cuenta la inflación.

A menudo se me cuestiona por qué considero mercados bajistas a los periodos comprendidos entre 1900 y 1921 o desde 1966 a 1982 si los gráficos muestran un mercado lateral. Este tipo de reflexión es muy común, ya que por regla general los gráficos no están ajustados a la inflación y cuando hacemos estudios de largo plazo podemos confundirnos. ¿Recordáis lo del dinero y el colchón? Pues resulta que si compramos acciones en 1900 y las mantuvimos hasta el final del ciclo, que llegaría hasta 1921, ¡habríamos perdido el 75% del valor del poder adquisitivo original por culpa de la inflación!

Veámoslo en otro gráfico histórico esta vez ajustado a la inflación:

Si ajustamos el gráfico a la inflación, nos damos cuenta de que aquellos mercados de 1900 – 1921 y 1966-1982 que a simple vista nos parecían mercados laterales, son en realidad un auténtico desastre.

Los daños que pueda causar la inflación en el poder adquisitivo real pueden llegar a ser muy graves, especialmente en épocas inflacionistas como las que hemos visto, así que a la hora de hacer estudios de largo plazo tanto patrimoniales como bursátiles, ya sabéis que se deben de expresar los precios ajustados a la inflación de cada época.

El segundo tema que me gustaría tratar, se basa en el rendimiento esperado de la inversión a largo plazo en las bolsas. A día de hoy, el S & P 500 se encuentra alrededor de los 2100 puntos, mientras que en términos reales (ajustados a la inflación) en el año 1871 el S&P 500 se encontraba en los 82 puntos. Teniendo en cuenta estas premisas, cabría esperar del S&P 500 una rentabilidad real del 2,2% anual por encima de la inflación.

Sin embargo, no debemos olvidar que el S & P 500 es un índice de precios, por lo que debemos tener en cuenta los dividendos que reparte (y la reinversión de los mismos). Si se incluyen los dividendos, y dejando de lado los aspectos fiscales (si entramos en la tributación de los mismos podemos volvernos locos) el retorno total real del mercado se encuentra alrededor del 6,5% anual. Sorprendentemente, esto muestra cómo los dividendos suponen dos terceras partes de la rentabilidad total en el largo plazo de la inversión en renta variable. Esto es algo que no se refleja en el gráfico puesto que los dividendos se descuentan del precio, pero a efectos patrimoniales es algo que siempre debemos tener presente.

Los inversores “pasivos” deberíais prestar atención al siguiente gráfico. Como no vivimos 142 años, y por lo tanto no podemos alcanzar la rentabilidad real de largo plazo calculada entre 1871 a 2014 debemos hacer un cálculo más “realista” a nuestras posibilidades. Para ello, podemos cortar esos 142 años en periodos de 10, 20 y 30 años. Tomando los retornos obtenidos en esos periodos y trazar la frecuencia con la que los obtendríamos.

Se puede apreciar claramente que entre todos los periodos de inversión a 10 años (zona azul) habríamos tenido en ocasiones retornos reales (ajustados a la inflación) negativos.

Al invertir en periodos de 20 años, habríamos tenido menos periodos negativos, mientras que habríamos tenido más posibilidades de obtener rentabilidades superiores a las realizadas en 10 años. Si tenemos presente el periodo más largo en el horizonte de inversión (zona verde), se puede observar que no hay ninguna muestra con retornos negativos mientras que las rentabilidades anualizadas son mayores.

Conclusión: Si eres inversor de los de comprar y mantener a largo plazo, y no quieres calentarte la cabeza con los ciclos y demás, comprando sin elegir un buen momento (es decir de forma aleatoria) no tiene mucho sentido invertir en acciones con un horizonte temporal de menos de 10 años.

Evidentemente, una gestión de la inversión menos largo-placista y que sea más respetuosa con los ciclos intermedios (tal y como seguimos en el blog) puede mejorar los resultados, pero este artículo va exclusivamente dirigido a aquellos que por la razón que sea, no estudian su momento de entrada en el mercado a largo plazo.

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